GUERGUITIAIN

GUERGUITIAIN, LA HUELLA DE PETRUS





         En el valle de Izagaondoa hay una iglesia que se cae. No es una iglesia cualquiera, sino un bello edificio del románico rural. Las alarmas han saltado: la iglesia de Guerguitiáin sí tiene quien le llore.

         Navarra está salpicada de pequeños rincones con encanto, de pequeños rincones que un día estuvieron llenos de vida, y que sin embargo hoy nos muestran la otra cara de lo que puede llegar a ser un pueblo. Y precisamente, el abandono, la ruina, el silencio, a pesar de todo, pueden ser evocadores, incluso bellos. La cultura de las ruinas, la voz de las piedras, es algo que siempre permanece vivo.


          Habrá observado el lector que de vez en cuando me gusta asomarme a la historia de alguno de los muchos despoblados que tenemos en Navarra. Me gusta visitarlos; me gusta llegar a ellos por viejos caminos; fotografiarlos; recomponer su historia a través de los documentos que se conservan en el Archivo General de Navarra, en el Archivo Diocesano, o en algún otro archivo local; me gusta recoger los testimonios, si es posible, de aquellas personas que han llegado a vivir allí. Y en base a toda esa información es bonito recrear lo que un día fueron o pudieron ser; es bonito dejar que las piedras nos hablen engañando a nuestros ojos para que el corazón no se nos rompa ante la realidad que tenemos delante. Es el arte de imaginar el pasado en base a una información real.




Románico rural


         Y desde esa sensibilidad a uno le resulta inevitable, en algunas ocasiones, revelarse ante lo que tiene ante sus ojos. No llegas a entender el porqué, no llegas a entender qué razones puede llegar a haber para que en pleno siglo XXI estemos dejando caer, y para siempre, determinados edificios o monumentos.

         Cuando estas líneas escribo pienso en uno muy concreto, en uno que clama al cielo, en uno que se resquebraja y se hunde en silencio. Se trata de la iglesia de San Martín, en el despoblado de Guerguitiáin, valle de Izagaondoa, a la que se accede por una pista que une Indurain con Celigüeta. Doy por hecho, porque así suele ser en otros casos similares y no muy lejanos a ese, que estamos ante un problema de prioridad, pues la diócesis entiende que al no tener culto el edificio, no tiene los mismos derechos a ser rehabilitado que si tuviese culto; a esto hay que añadirle que la diócesis no tiene dinero para afrontar las necesidades de todo su patrimonio, que el lugar en el que está la iglesia está ya despoblado y que en consecuencia no tiene quien llore la pérdida de esa iglesia, ni quien mueva un hilo para lograr su restauración.
         Pero la realidad está allí, todavía en pie. La iglesia de Guerguitiáin es una bella muestra del románico rural. No llega a la riqueza ornamental de la vecina iglesia de Artáiz, pero pese a ello se nos muestra como un edificio de un incuestionable valor artístico, y que en otro emplazamiento más accesible haría las delicias del turista o de cualquier persona que tenga un mínimo de sensibilidad artística.




         Para empezar luce esta iglesia una esbelta espadaña, la única que hay en todo el valle de Izagaondoa. Algún desalmado la desnudó; le arrancó la campana, y a esta la arrojó sin piedad sobre la cubierta, hundiendo todo lo que encontró a su paso: el tejado, el suelo del coro… hasta estrellarse contra el suelo.
         No se conformaron los ladrones con llevarse la campana. Arrancaron también el retablo; y he utilizado el verbo adecuado: arrancar. Y levantaron el suelo, por si había alguna tumba debajo, o algún tesoro de esos que nunca te sacan de pobre. Y se llevaron la pila bautismal. Y el ara. Y todo lo que pillaron. Una acción así solo puede ser obra de ladrones sin escrúpulos, de mercaderes de sentimientos, tan impresentables como el que luego recibe las piezas soltando algún billete por ellas para luego hacerlas circular por los mercados negros del arte.

         A todo esto hay que añadir que el ábside se resquebraja, tiene una grieta de más de un palmo de anchura; que en el interior, encima de la puerta de la sacristía, la pared está abombada y amenaza con reventar en cualquier momento; que las hiedras, aunque muertas ya, se han apoderado de la fachada que mira a Izaga.
         La iglesia de Guerguitiáin está esperando que alguien se apiade de ella. Todavía se está a tiempo de evitar su desplome; y no sé durante cuanto tiempo más podré decir esto. Duele verla así. Es impotencia lo que se siente al ver esos capiteles trifólicos, al ver esas caras talladas en la piedra. Son caras pétreas que nos miran con perplejidad, la misma perplejidad que siento yo al ver esa joya del románico rural cayéndose poco a poco en medio de una escandalosa indiferencia.


Petrus




         No sé de quien depende que esto se arregle o se caiga, pero sí sé que hay que hacer todo lo imposible por evitar que la iglesia románica de Guerguitiáin pase a mejor vida. Me consta que se están dando ya los primeros pasos, pues afortunadamente esta iglesia ha encontrado ya quien le llore. Próximamente la asociación Amigos del Románico va a solicitar para este edificio la catalogación de Bien de Interés Cultural. Su valor artístico la convierte en patrimonio de todos. Basta con ver el canecillo que hay encima de la portada, basta con ver los arquivoltas, basta con ver los capiteles que flanquean la puerta. Y cuando uno se detiene ante estos capiteles no puede menos que admirarse ante esas caras que allí se ven, ante esos dibujos sencillos, símbolos solares… ¿Qué no habrán visto esas caras con esos saltones ojos pétreos?.
         Y ya en el interior volvemos a encontrar en los capiteles sobre los que descansan los arcos fajones las mismas caras que nos reciben en la portada; se ve claramente que el autor de unas y de otras es el mismo, es la misma mano de maestro cantero, y… ¡mira por dónde!, el maestro cantero que aquello hizo tuvo el detalle de dejarnos su firma: Petrus me fecit (Pedro me hizo), esta es la inscripción que dejó en el capitel que se sitúa sobre las escaleras que suben al coro.




    El tal Petrus tenía su propio estilo, mucho más sencillo que el de Leodegarius, uno de los tres maestros canteros que hizo la portada de Santa María, en Sangüesa. No trabajaba tanto las facciones, incluso casi diría yo que las caras humanas llegó a conseguirlas bastante bien, pero a partir de allí sus dibujos y figuras tenían cierto aire infantil, sobre todo a la hora de dibujar aves. En cualquier caso Petrus, a golpe de cincel, supo darle a este templo un marcado sabor rural.
         Me atrevería a aventurar que la vecina iglesia de Vesolla fue realizada por el mismo cantero, o por algún imitador. Y si hace siglos ambas iglesias tuvieron en común, tal vez, un mismo autor; a día de hoy también tienen en común un mismo estado de abandono que clama al cielo, que las convierte en todo un monumento a la desidia y a la dejadez.

         Veo en la iglesia de San Martín, en Guerguitiáin, esa pétrea cara que mira al coro desde uno de los capiteles, y lo que esa mirada me está diciendo, gritando más bien, es un lastimoso “¡por favor…!”. Y no para de contarme cosas. Me habla de siglos y siglos de historia, de pequeña historia local, de historias de las gentes que allí han habitado, de los de casa Alberro, de los de casa Maximiano, de los de casa Jorge…; me habla de Juan Belza, aquél vecino de Guerguitiáin que en 1561 entró en pleito con los de Indurain a causa del goce de los montes con el ganado; me habla de los pleitos que tuvo en 1632 el abad Juan de Echeverría con los dueños del palacio Iriarte de Ochagavía; me habla de las andanzas del Marqués de Vesolla, aquél que fue titular del palacio de Guerguitiain; y me habla también de las reuniones que hacían los vecinos de Guerguitiáin, en la puerta de la iglesia, para elegir a su representante, y de los problemas que por ello hubo con el marqués de Claramonte, vizconde de Mendinueta. ¿Qué procesiones no habrán salido desde allí, de penitentes entunicados, con la cruz a cuestas, camino de San Miguel de Izaga?, y no hablo de hace tanto tiempo; es el ayer inmediato, es el ayer que todavía subsiste en la memoria de nuestros mayores.
         Atrás quedaron esas relaciones vecinales, unas veces buenas y otras no tan buenas, con los vecinos de Indurain, con los de Celigüeta, con los de Vesolla, con los de Apardués, con los de Muguetajarra…; y hoy… soledad.

         Han pasado generaciones y generaciones, y sin embargo la iglesia de San Martín sigue en pie. Podríamos valorarla desde un punto de vista humano, en base a las vivencias y a las expresiones de religiosidad popular que allí se han vivido, y solamente ya desde esa perspectiva, por puro respeto, debiéramos de hacer un esfuerzo por contemplar esta iglesia. Pero lo cierto es que además de eso, por fortuna, este edificio podemos y debemos valorarlo desde la perspectiva artística, con todo su arte, con todo su valor patrimonial; y quisiera llamar la atención sobre esta obra de cantería que hizo Petrus.
         No vale decir que nadie advirtió de su estado de abandono. No vale excusarse en que ya no hay culto. No vale poner excusas presupuestarias (con muy poco dinero se puede garantizar su conservación durante un par de siglos más). No vale pasarse la pelota de unos a otros. No vale mirar para otro lado. No vale callarse. La iglesia de San Martín de Guerguitiáin es una joya, y se nos está cayendo; y ante esta realidad solo cabe intervenir. Y no quiero que mi silencio sea cómplice de ese abandono consentido. Queda hecha la denuncia.

 Diario de Noticias, 12 de junio de 2006
Autor: Fernando Hualde


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SALVEMOS GUERGUITIAIN. SE NOS CAE UNA IGLESIA ROMÁNICA








         Bajo el eslogan “Salvemos Guerguitiain” la asociación Amigos del Románico y el Ayuntamiento de Izagaondoa están realizando una campaña para evitar que se caiga la iglesia de San Martín, en el despoblado de Guerguitiain (Izagaondoa).

         Era el 12 de junio de 2006 cuando en esta sección publicábamos un reportaje centrado en la iglesia de Guerguitiain, en el valle de Izagaondoa. Aquél reportaje, titulado “Guerguitiain, la huella de Petrus”, era toda una denuncia del estado de abandono de uno de los templos más bellos del románico rural que tenemos en Navarra, a la vez que recordaba que detrás de esas paredes había una historia humana, con nombres y apellidos; generaciones y generaciones de vecinos que en torno a ese templo construyeron su historia. Y en aquél reportaje se incluía por mi parte un compromiso personal de que esa joya arquitectónica no se caería ante mi indiferencia y ante mi pasividad. Es por ello que, casi año y medio después, vuelvo a la carga para decir alto y claro que Guerguitiain, concretamente su iglesia de San Martín, sigue peligrosamente deteriorándose; que nada se ha hecho desde la administración, hasta el día de hoy, para evitar su actual estado. Las fotos obtenidas entonces, comparadas con el estado actual, vienen a decirnos que la enorme grieta del ábside sigue agrandándose, que por los dos agujeros que hay en la cubierta sigue entrando el agua regando un deterioro que crece y se ramifica día a día. Guerguitiain, inexplicablemente, sigue cayéndose. Sus paredes encierran una memoria humana, y albergan un arte, no menos humano, que lleva la firma del maestro cantero Petrus.




Campaña


         También es cierto, y lo digo con satisfacción, que desde aquél mes de junio de 2006 hasta el día de hoy algunas fichas sí que se han movido. El reportaje publicado en este rotativo aquél 12 de junio de 2006 no fue inútil, sino que sirvió de detonante para activar una serie de iniciativas encaminadas a conseguir salvaguardar, proteger y restaurar esta joya del románico rural. La sección navarra de la asociación Amigos del Románico puso en marcha, y sigue en marcha, la campaña “Salvemos Guerguitiain”, con las consiguientes reuniones con las autoridades competentes en lo que a conservación del patrimonio se refiere, con recogidas de firmas, con notas de prensa…; incluso se presentó ante el Servicio de Patrimonio del Gobierno de Navarra una solicitud para la iglesia de Guerguitiain de declaración de Bien de Interés Cultural que a día de hoy, de momento, todavía no ha obtenido respuesta. Esta campaña, que también tiene su foro en internet, como no podía ser de otra manera cuenta con el respaldo del Ayuntamiento de Izagaondoa y de todos sus vecinos que han firmado masivamente para pedir que se detenga este deterioro consentido. Dijimos entonces que no cabía mirar hacia otro lado, que no cabía la indiferencia, y cada vez tiene más consistencia ese mensaje.
         Mientras tanto la iglesia de San Martín, en el despoblado de Guerguitiain, sigue siendo un edificio de alto interés artístico que sigue atrayendo hasta sus muros a no pocos entusiastas del arte románico. Hasta él acuden periódicamente visitas organizadas, y hasta él acudieron el pasado día 10 de noviembre un centenar de amigos del románico de Guipúzcoa, de Vizcaya, de Madrid y de la propia Navarra, arropados por vecinos de los valles navarros de Izagaondoa, Unciti, Lizoain, Lónguida y de otras localidades limítrofes, que con su presencia quisieron respaldar cuantas acciones se van llevando a cabo para conseguir que las instituciones que se encargan de velar por el patrimonio artístico de Navarra atajen de una vez el progresivo deterioro que sufre esta iglesia.




         Tal vez alguien quiera escudarse en que es imposible tratar de conservar todas las iglesias y ermitas que hay en Navarra; o tal vez alguien quiera escudarse en que la iglesia de Guerguitiain ya no se usa, que ya no tiene quien rece en su interior. Pero a estas alturas esas excusas ya no valen; la voz de los entendidos aconseja en Guerguitiain una urgente intervención que venga a reparar la grieta del ábside, que consolide su estructura, y que repare los dos agujeros que hay en el tejado. El agua entra por varios sitios, y tras ella viene la ruina. El patrimonio artístico que se vendría abajo si no se interviene justifica a todas luces la urgencia de esta reparación. Con poco dinero y buena voluntad se podría garantizar el mantenimiento en pie de este edificio al menos durante dos siglos más. Cuanto más se tarde más costosa será después la reparación.




Historia humana


         Particularmente, para defender la consolidación de este templo, no necesito que la iglesia de Guerguitiain luzca en su interior, como luce, capiteles que son únicos dentro del arte románico, uno de ellos con la firma del maestro cantero Petrus, y el otro con un helecho, planta esta que en la Edad Media era el símbolo de la humildad que predicaban los clérigos y que además se consideraba como una planta medicinal que curaba todos los males; ni necesito destacar su rareza constructiva, sin contrafuertes; ni necesito deleitarme ante todos los detalles ornamentales y rústicos de su portada; ni necesito… Me basta con saber que durante siglos esas paredes han acogido la historia humana, la espiritualidad y la buena convivencia de quienes han habitado las casas de Guerguitiain (casa Alberro, casa Jorge, casa Maximiano, casa Juanico…);  que ese templo ha sido testigo viviente de la fe de unos vecinos; de su salida entunicada, con la cruz a cuestas, hacia San Miguel de Izaga; testigo de bautismos, confirmaciones, comuniones, bodas, y funerales; allí se han llorado los horrores y las consecuencias de una guerra; allí se han celebrado con júbilo bodas de oro, y se han oído sermones misionales, se ha predicado en euskera, se ha rezado en latín…; descansan entre esos muros las vivencias de decenas de generaciones; y ya solo eso bien merece un respeto.
         Pero es que, además de todo esto, suficiente ya para mí, está el arte que allí hay; está la huella y la firma de Petrus: “Petrus me fecit” se lee en uno de los capiteles. También hay trabajos de este taller de cantería en la vecina iglesia de Vesolla (cuya reparación debiera de ir paralela a la de Guerguitiain), o en la de Santo Tomás, en Najurieta, que es una estupenda construcción del siglo XII decorada en el ábside con arcos ciegos lombardos, y que en su interior luce una esbelta Virgen morena tallada en madera. Y ante el patrimonio artístico hay una responsabilidad de conservación que es ineludible; y en Guerguitiain la responsabilidad va acompañada de la necesidad.

         Tengo plena confianza en que a corto plazo veamos a esta pequeña iglesia institucionalmente protegida; confío también en ver pronto unos andamios que permitan arreglar la cubierta y la grieta del ábside. El proyecto creo no equivocarme si digo que ya está hecho; y tampoco hay una necesidad de tener que justificar una intervención y un gasto condicionándola a un uso posterior del edificio. ¡Ojalá se pudiesen dar allí conciertos!, o se pudiese usar como espacio cultural, o se pudiesen organizar visitas guiadas –que ya se hace- para poder explicar el arte románico; pero lo que de verdad urge ahora mismo es frenar el deterioro del edificio.
         Los valles de Unciti y de Izagaondoa están pidiendo a gritos el establecimiento de una ruta cultural que recorra todo su rico patrimonio; desde la emblemática iglesia de Artaiz que todos hemos conocido en la escuela a través de los libros de texto, hasta esta iglesia de Guerguitiain, o el crucero de Ardanaz, o el castillo de Leguín, pasando por fuentes, molinos, neveras, torres fortaleza, o por el majestuoso templo de San Miguel de Izaga. Existe un producto turístico potencial, de categoría, y existe en Artaiz un Aula de Interpretación del Románico desde donde poder articular y gestionar todo este producto. Y frente a todo esto lo que no es de recibo es dejar caer una iglesia como la de Guerguitiain, sino salvarla de la ruina y darla a conocer; y espero, confío, y deseo, verlo pronto.
         Hace pocos meses una mujer, de esas que todavía hila con torno, de esas que todavía hace el jabón en su casa, y que vivió su infancia en Guerguitiain, me contaba emocionada e ilusionada que se estaban recogiendo firmas para que se arreglase la iglesia en la que ella tanto había rezado cuando vivía en casa Jorge. Me confesaba que ella era ya muy mayor, y que… “no sé si yo llegaré a ver la iglesia arreglada”; “que sí, mujer –le dije, ya verá como sí”. Esperamos no fallarte, Alejandra.


Diario de Noticias, 18 de noviembre de 2007
Autor: Fernando Hualde


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SIGUE ESPERANDO LA IGLESIA DE GUERGUITIAIN








            La iglesia de la localidad de Guerguitiain, en el valle de Izagaondoa, se nos perfila como una de las joyas del románico rural en Navarra. Su estado de abandono y deterioro piden a gritos una intervención que no acaba de llegar.

Para bien o para mal, que siempre ha de ser para bien, el pasado le dotó a Navarra de una riqueza en arte y arquitectura románica que en muchas ocasiones da la sensación de que no nos la merecemos. Y una vez más, para sostener esta afirmación, tengo que poner el doloroso ejemplo de la iglesia del despoblado de Guerguitiain, en el valle de Izagaondoa.
Era el 12 de junio de 2006 cuando en esta sección semanal llamábamos la atención sobre el valor arquitectónico de este templo dentro de lo que se denomina el románico rural, a la vez que desde aquí se daba la voz de alarma sobre su estado de abandono y de deterioro. Se explicaba entonces, y se mostraba gráficamente, el problema que estaba generando la grieta que se iba abriendo en el ábside (no hay que olvidar que esta iglesia tiene la rareza arquitectónica de carecer de contrafuertes), y se explicaba también la urgencia de reparar el agujero que había en el tejado, junto a la espadaña, derivado del hecho de que quien quitó la campana de esa espadaña lo hizo lanzándola al tejado, perforando así la cubierta, el coro, y el suelo de la iglesia de San Martín. La lógica dice que estos agujeros, lejos de cerrarse solos, se van haciendo cada vez más grandes a causa del agua, acelerando así el progresivo deterioro de la cubierta, y en consecuencia el del interior del templo.




Una reparación a tiempo de esa grieta del ábside y de ese agujero que hay en la cubierta, además de no ser económicamente caro, garantiza la conservación del edificio durante muchos años más. Por el contrario, cualquier demora en esta intervención, para lo único que sirve es para encarecer la obra a realizar. Y estamos perdiendo demasiado tiempo.
El valor artístico y arquitectónico de la iglesia de San Martín de Guerguitiain es incuestionable, y además es excepcional; la huella de Petrus, el maestro cantero que dejó su firma en uno de los capiteles, es un legado de alto valor que lleva allí mas de ocho siglos porque en todo ese tiempo nunca ha faltado alguien que cuidase y mimase esa joya. No sería entendible, ahora que estamos en pleno siglo XXI, en la época de las sensibilidades artísticas, que la administración provincial demore por más tiempo cualquier decisión sobre la intervención a realizar. No, no se trata en absoluto de hacer de esta iglesia un arma arrojadiza contra nadie, eso sería lo fácil, y no es momento de jugar a demagogias ni de repartir culpas políticas; esto es mucho más serio. Solo se pide, apelando a la responsabilidad y a la obligación moral de conservar nuestro patrimonio, que se dé prioridad, con carácter de urgencia, a la restauración arquitectónica de todo un monumento del románico rural, que además lo está pidiendo a gritos. Cada año que pasa va a costar más dinero.

Con muy buen criterio la Asociación de Amigos del Románico tomó cartas en el asunto y presentó para la iglesia de Guerguitiain la solicitud de declaración de Bien de Interés Cultural, contando para ello con el respaldo del Ayuntamiento del valle de Izagaondoa y el de los propios vecinos, que masivamente plasmaron su firma en aquella solicitud. A Guerguitiain, gestionadas desde Artaiz, llegan también visitas guiadas de grupos de turistas interesados en el arte románico. Y todo parece indicar que este mismo mes, antes de que acabe el año, la comisión de cultura del Parlamento de Navarra va a visitar esta iglesia; es de desear que este sea el primer paso para que en un futuro, a corto plazo, veamos a este edificio debidamente restaurado; es aquí donde la clase política tiene la oportunidad de demostrar que sus actuaciones no esconden el interés de una rentabilidad electoral, sino que lo que buscan es el bien común, el interés general, y en este caso concreto, la protección, recuperación y conservación de una pequeña joya del patrimonio navarro. Mientras tanto, la iglesia de Guerguitiain sigue esperando.


Diario de Noticias, 7 de diciembre de 2008
Autor: Diario de Noticias


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GUERGUITIAIN, CONTINUA EL DETERIORO DE SU IGLESIA








            La iglesia de San Martín, en Guerguitiáin, es una pequeña joya del románico rural. La indiferencia ante su lamentable estado está posibilitando un progresivo deterioro que hoy, nuevamente, denunciamos aquí.

Una paloma torcaz sale al camino unos metros antes de llegar al despoblado de Guerguitiain, en Izagaondoa, procedentes de Indurain; remonta el vuelo muy cerca de donde estaba décadas atrás el cementerio de esta localidad. Es tan sólo uno de los signos primaverales que se aprecian en ese soleado día en el que los campos de cereal se nos muestran en todo su esplendor, igual que las ollagas, y las amapolas, que se empeñan en denunciar que finalmente el invierno ha quedado atrás.
El todoterreno se detiene ante la casa Alberro, la última en deshabitar allá por los años ochenta, si bien desde el vecino Izco todavía hay quien la cuida y la atiende en justo agradecimiento por el cobijo que durante generaciones ha dado a sus moradores. Salvo esta excepción, el resto de las casas y corrales no son sino ruina. Observo que allá, un poco apartada de las demás, en dirección a Celigueta, casa Jorge ha sido la más perjudicada en los últimos años por el abandono, mejor que no la vea Alejandra Armendáriz que fue su última moradora en 1980 y que todavía suspira por acabar sus días en estas tierras; hace tan solo tres años aún pude fotografiar el interior de esta casa; ahora mismo sería imposible, no hay interior que valga. Aunque peor está casa Maximiano, que a este paso ni interior ni exterior.
Desde casa Alberro subimos hacia la iglesia; me acompañan dos vecinos del entorno, buenos conocedores de estos montes, de estos pueblos y de estas gentes. No hace falta entrar al templo para darse cuenta de que precisa de una urgente reparación.




Clamor popular

Y no voy a hablar ahora de su valor arquitectónico, largamente explicado y destacado en otras ocasiones en esta misma sección; ni tampoco voy a hablar de la historia humana que hay detrás de esta iglesia de San Martín, pues sería repetirme igualmente; pero sí que voy a insistir en algo que ya se ha dicho, pues creo que merece la pena. Cuando hace tres años llamábamos la atención sobre la lamentable situación de esta pequeña joya del románico rural, hacíamos entonces un repaso a los daños estructurales que padecía, explicando con total claridad que eran unos daños fácilmente reparables, sin mucho costo económico, y cuya reparación garantizaría como mínimo la supervivencia del edificio al menos durante dos siglos más. Decíamos a la vez que, si por el contrario, no se intervenía urgentemente, el deterioro progresivamente iba a ser mayor, ¡pura lógica!, y en consecuencia el coste de su restauración también sería mayor. Y de hecho, así está siendo.

A partir de aquél momento, a través de las gestiones de la asociación Amigos del Románico, hubo una evaluación real y profesional del estado de la iglesia de Guerguitiáin; hubo una comunicación oficial a las instituciones provinciales; hubo una recogida de firmas que permitió palpar un amplio respaldo popular, respaldo que abarcaba desde el Ayuntamiento de Izagaondoa hasta la mayoría de los vecinos que habitan el valle; hubo una solicitud de declaración de Bien de Interés Cultural; se limpió de maleza todo el acceso; se llegó a hacer a petición de los consistorios de Unciti y de Izagaondoa un inventario de recursos patrimoniales de estos dos valles y que llamaba la atención sobre las posibilidades de la iglesia de Guerguitiáin; hubo una visita-concentración de los Amigos del Románico; hubo también una visita a este templo por parte de una comisión del Parlamento de Navarra; y ahora…, inexplicablemente, todo parece indicar que se le quiere dar largas al tema. Guerguitiáin ha quedado fuera de las ayudas, de los proyectos y de los planes de intervención sobre el patrimonio.
Hablo con conocimiento de causa, y puedo decir sin miedo que si esta iglesia románica estuviese en otra comunidad, o en otro país, hubiese faltado tiempo para frenar su deterioro, y para poner en valor una pieza como esta.




Deterioro progresivo

Pero volvamos a Guerguitiáin, a donde habíamos llegado apeándonos en la puerta de casa Alberro. En el lugar hay silencio total; tan sólo el zorzal, el ruiseñor, y algún alborotador mirlo, son en ese momento capaces de ponerle sonido a ese encuentro; son cantos nupciales en busca de pareja. Hablo, sin ir más lejos, de este pasado martes.
El camino de acceso hasta la iglesia está alfombrado de crecida hierba, como todas las primaveras. Lo primero que sorprende es ver su fachada sur; por vez primera, después de siglos en pie, parece acusar la falta de contrafuertes, y poco a poco se está empezando a abrir; las piedras del tercio superior denuncian ya la pérdida de argamasa que antes las unía a todas; y hace tres años no era así.
La grieta del ábside se ha agrandado lo suficiente como para dejar pasar ahora la luz natural al interior del edificio; y hace tres años no era así.

Si desde el interior de la iglesia miramos al techo, descubriremos ahora otros dos puntos de entrada de luz, y de agua; y hace tres años no era así.
Si miramos al techo del coro comprobamos igualmente que recientemente ha habido un derrumbe que viene a ampliar el boquete ocasionado por la campana que alguien arrojó desde la espadaña.
El techo de la sacristía por fin se ha venido abajo, a la vez que ese pequeño habitáculo cada vez se va distanciando más de la iglesia a la que sirvió en otro tiempo; y hace tres años esta grieta de separación no era tan acentuada.
Y si miramos al aguabenditera…, ¿el aguabenditera?, ¿dónde está el aguabenditera?..., la han arrancado de la pared y se la han llevado; y hace un año allí estaba.
Mientras tanto los papeles y las instancias siguen vagando por los despachos; mientras tanto el agua sigue haciendo su labor demoledora; y se sigue mirando hacia otro lado. Permítaseme solo una recomendación a los responsables de que la iglesia de Guerguitiáin se esté cayendo; si miran ustedes hacia otro lado no se les ocurra mirar hacia Vesolla, que allí, a tan poca distancia, la iglesia de la Purificación también clama al cielo. No vaya a ser que se les acumule el trabajo.




Símbolo

Sé muy bien que se argumenta la falta de dinero; sé muy bien que cuesta invertir en un despoblado; y sé muy bien que intervenir sobre este templo no va a reportar muchos votos. También sé que la iglesia de San Martín, en Guerguitiáin, es ahora algo más que una valiosa joya arquitectónica; es un símbolo, a pesar de que algunos se resistan a verlo así. Empieza a ser un símbolo del abandono y de la indiferencia institucional hacia las zonas desfavorecidas; y quien siga esta sección sabrá que soy poco amigo de llorar indiferencias, que siempre he animado a los lugareños a no esperar de brazos cruzados ayudas que rara vez llegan; que siempre he estimulado a trabajar en auzolan, o a vecinal; que trato de convencer que para todo no alcanza el dinero; pero eso no justifica que se haga en patrimonio un reparto de presupuestos y a las zonas más deprimidas demográficamente ni tan siquiera se les dé las migajas.

Allí sigue Guerguitiáin, y Celigueta, y Vesolla, Muguetajarra, Aizpe, Apardués, Urbicain, Izánoz, Zoroquiain…, todo en un centímetro de mapa; sin una urna que recoja sus votos, sin una campana que les suene, sin un gallo que anuncie la amanecida, sin un anciano que ahora pueda ser el último. Pero sépase que estos pueblos únicamente morirán el día que mueran no sus casas, sino sus raíces; morirán el día que muera su memoria; y en este caso la iglesia de San Martín, en Guerguitiáin es memoria viva de la fe de quienes allí fueron bautizados y despedidos, es memoria de calidad arquitectónica, por la que merece la pena luchar. Y en ello estamos, persistentes, no contra nadie, sino a favor del patrimonio, a quien nunca le ha ido bien eso de ser usado como arma arrojadiza. Cada piedra que se caiga, ahora que no cabe alegar desconocimiento, será un grito de vergüenza.




Finalizo con un aviso a los ladrones y a los expoliadores de patrimonio: ahórrense el viaje, señores, que el camino es malo; porque el aguabenditera ya no está, tampoco la campana, ni las imágenes, ni el retablo, desaparecieron las sacras, y el ara, y los pocos ornamentos que allí quedaron; y algún mal nacido ya se os adelantó en esa afición tan macabra que tenéis de levantar el suelo de las iglesias buscando cadáveres a los que quitar una triste muela de oro. Ni a los muertos dejáis en paz.


 Diario de Noticias, 10 de mayo de 2009
Autor: Fernando Hualde


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GUERGUITIAIN EN LOS DOCUMENTOS




            Desde hace unas décadas las casas, la iglesia, y la calle de Guerguitiain están inmersas en el silencio más absoluto. Es imposible tratar de augurar hoy si en un futuro esta localidad volverá a poblarse. La vida da muchas vueltas, y son muchos los pueblos en Navarra que han vivido etapas, que muchas veces estas han durado siglos, de despoblamiento, y que posteriormente han vuelto a recuperar su pulso vital.
            Igualmente, por pura ley natural, dentro de unos años ya no vivirá nadie de cuantos han conocido Guerguitiain con vida; y de esta localidad lo único que nos quedará entonces, además de sus ruinas, será lo que de ella se conserve en los diferentes archivos de Navarra. En ellos queda depositada su historia, la de sus casas, la de sus gentes.
            En este blog, poco a poco, iremos incorporando toda la información que podamos sobre la presencia de Guerguitiain en los archivos navarros, bien sea a través de listados de documentos, como de trascripción de los mismos.




ARCHIVO GENERAL DE NAVARRA


1539 (aprox.)
Pedro de Ayechu y María Garayo, su mujer, residentes en Guerguitiáin, contra Juan de Aria y María de Ordoqui, su mujer, vecinos de Garayoa, sobre asignación de dote a María Garayo como a sus hermanas. (Ref: 197185)


1540
Juan de Indart, vecino de Pamplona, contra Juan de Bolque, sastre, vecino de Pamplona, sobre cumplimiento de arriendo de los frutos decimales de la iglesia parroquial de Monreal, y los cuartos de las iglesias de Vesolla, Cenoz, Equísoain, Guerguitiain, Indurain, Izaga, Olagüe, Ciroz, Celigüeta, Lecaun, y Mugueta. (Ref: 064060)


1561-1562
El Fiscal y García de Beortegui, residente en Indurain, contra Juan Belza, residente en Guerguitiáin, sobre goce de los montes de Guerguitiáin y carnereamiento de un carnero y dos ovejas. (Ref: 097189)


1576
Margarita Díez, Gastón Gil, y otros, vecinos de Guerguitiáin, contra Juan Elcoaz, Juan Jiménez, y otros, vecinos de Indurain y San Vicente, y foranos de Guerguitiáin, sobre permiso de realizar prendamientos de ganado en sus heredades y aumento de penas. (Ref: 069226)


1580-1583
Juana y Miguel de Alcuza, vecinos de Indurain, contra Lope y Juan de Zabalza, padre e hijo, vecinos de Zabalza, sobre evicción de la venta de 4 vecindades en Aizpe, Aizpicoain, Ascoz, y Guerguitiáin. (Ref: 028731)


1603
El lugar de San Vicente contra Miguel García de Indurain, vecino de San Vicente, sobre inhibición al derecho de vecindad forana en los lugares despoblados de Aizpe (Urraul Bajo), Aizpicoain (Urraul Bajo), y Guerguitiáin (Izagaondoa), alegando no ser hidalgo y, por vía de reconvención, derecho a vecindad forana por posesión y compra de casa y solar con vecindad. (Ref: 186904)


1632
Juan de Echeverría, abad de la iglesia parroquial de Guerguitiáin, contra Juana de Arrieta, viuda y usufructuaria de Juan de Iriarte, señor del palacio de Iriarte, en Ochagavía, y tutora de sus hijos, vecina de Lumbier, sobre ejecución por 177 ducados y 13 cornados de alcance de cuentas de arriendo de la primicia de Guerguitiáin. (Ref: 134555)


1638-1639
Catalina Lozano, Juan Beltrán, y Catalina de Esparza, su mujer, dueños de la casa y pertenecido de Gastón Gil de Esparza, vecinos de San Vicente, contra Martín Adansa de Beortegui, vecino de Lumbier, tutor de los hijos de Juan de Iriarte y nietos de Catalina de Cadreita, sobre cumplimiento de luición de 2 censos, cada uno de 200 ducados, de deuda al abad de la iglesia de Garísoain y a Miguel Pérez de Indurain, para pago de 1577 ducados de venta de dicha casa y su pertenecido en Guerguitiáin. (Ref: 151252)


1728-1729
El marqués de Vesolla, señor del palacio de Guerguitiáin, en el valle de Izagaondoa, contra el Fiscal y la Diputación del Reino, sobre cumplimiento de exenciones y privilegios y restitución de prendas incautadas por oposición al pago de 6 reales para el repartimiento del servicio a Su Majestad. (Ref: 032744)


1740-1743
El Fiscal y el valle de Izagaondoa contra el marqués de Claramonte, vizconde de Mendinueta, sobre despacho de auto contra los lugares de Mendinueta, Iranoz y Guerguitiáin, relativo al nombramiento de regidor para asistir a las juntas del valle y poder cumplir con sus resoluciones. (Ref: 080330)


1815-1817
Babil Armendáriz, vecino de Echauri, contra Martín José Iriarte, vecino de Guerguitiáin, sobre pago de 428 reales de la venta de 24 robos de maíz. (Ref: 025279)